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Si la belleza verdadera consigue elevarnos hasta un nivel emocional del placer, es debido a que esta parte de la percepción se encuentra, no en la parte cognitiva del cerebro (neocórtex), sino en el subconsciente o porción más primitiva.

Sin embargo, aunque la mente humana se siente atraída, como decíamos, por aquellas proporciones en armonía con la sección áurea, para que se establezcan los adecuados reflejos condicionados y exista una elevada apreciación de la belleza y del arte, es necesario disponer de una cierta sensibilidad y de una acertada formación. De todas formas, la palabra clave de la belleza es la normalidad: nos agrada lo semejante y rechazamos lo diferente. También influyen en la percepción de belleza, como signos que representan salud, la juventud; la postura corporal; el equilibrio de las formas; la simetría facial; la limpieza, claridad y color de la piel y cabello, etc.

Según el actual concepto de salud, si entendemos esta como el estado de bienestar físico, psíquico y social, a cada tipo de belleza le corresponde una forma de salud. La belleza física o de las formas, representa la salud corporal (ausencia de enfermedad). La belleza emocional, la salud psíquica o mental (equilibrio de las emociones y sentimientos). La belleza social, salud social (equilibrio con el medio en el que vive, con sus semejantes).

El ojo humano y la visión de reconocimiento

En la naturaleza el hombre es una criatura social que necesita de su grupo para sobrevivir y perpetuar la especie. Como tal esta sometido a las leyes de la Selección Natural, es decir, selección de los genes más saludables: fortaleza en el varón y fecundidad en la mujer. Por eso, inconscientemente captamos cualquier señal que nos alerte sobre la presencia de signos patológicos o de enfermedad. Nos atrae lo saludable y rehuimos lo enfermo.

Tenemos, por decirlo de alguna manera, una especie de detectores de salud, sin duda hipersensibles a la belleza, que nos hacen estar continuamente sopesando el aspecto de las otras personas. El ojo humano actúa como un radar: en una fracción de segundo notamos lo atractivo de cada rostro tan automáticamente como registramos si nos resulta conocida o no.

Especialmente en las culturas primitivas, donde son frecuentes las enfermedades parasitarias, se tiende a dar un inmenso valor a la belleza física porque características como una hermosa cabellera, una piel clara, y un cuerpo delgado y musculoso son certificado visuales de buena salud. Criatura social, el ser humano necesita comunicarse, necesita la mirada comprensiva y confirmadora del otro para existir. Es más, nada ejerce una influencia tan importante en el desarrollo de un hombre como su aspecto y no tanto su aspecto real como la convicción de que tiene atractivo o que carece de él.

Es más, si socialmente relacionamos la belleza con la bondad y con la salud, el sentirnos feos, con aspecto diferente, con deformidades o rasgos anormales, o con características vivenciadas como repulsivas o desagradables, nos provoca inseguridad, sentimiento de ser rechazados, perturba nuestra capacidad de relación y puede llegar a alcanzar grados patológicos que reciben el nombre de dismorfofobia. Nos sentimos feos ante el espejo (autoimagen), comparados con los demás (el patito feo), o ante los demás, que oímos, percibimos o imaginamos su desagrado y rechazo. El Cuerpo Filosofía de la belleza  Tu revista de medicina estetica, vida saludable, cuidado del cabello, cuidado de la piel, cosmética y bienestar.

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